domingo, 8 de mayo de 2011

Planeando el Mundo

Respiro, tomo una pausa y respiro. La altura no me marea, el vértigo es cosa distinta. La luz me nubla la vista y las nubes me aclaran el paisaje, son mi punto de referencia. ¿Cómo referirse a una nube? ¿Cómo darle forma? Son como una idea, un sentir. Respiro las nubes y vuelvo a lo que supongo es mi esencia más básica, me siento en casa, en paz, en mi atalaya para mirar, ¿torre de marfil quizás?.

Entonces me lanzo. El aire silva en mi cara, caigo metros, entonces, repentinamente, planeo todo el mundo. Sobrevuelo el cielo, soy como un ángel recogido. Demasiado bajo y feo para haber nacido ángel, suficientemente vivo y atrevido para inventarme el cuento de que soy uno. Quizás la vida es como una caída libre, que de libre sólo tiene la caída, pues sólo podemos avanzar en una inevitable dirección. Al caer empezamos viendo todo lejano, nublado, pero en la medida que el suelo se acerca lo vemos todo más claro, y sólo ahí cuando es todo claro, ya es demasiado tarde.

Por eso planeo, para evitar caer, para tomarme un momento, construir un piso menos en mi atalaya, detenerme unos segundos a mirar, a contemplar. El placer de contemplar es la máxima distinción, si no podemos hacer eso, entonces hemos perdido toda humanidad y más vale no oponer ninguna resistencia al aire.

Acá, al comienzo de mi caída, hago mi primera pausa y por primera vez observo y contemplo. Mi primera observación es mi observación. Hago entonces mi declaración política, expongo mi ontología, manifiesto mi epistemología, planteo mi doxología:

Mirar y no ver; Creer y ver; Observar y contemplar.

La sutil diferencia entre mirar y ver es que la primera es un acto; y la segunda, un logro. Mirar es el simple acto de dirigir la mirada o la visión hacia algún punto. Ver es lograr distinguir dentro del estimulo visual, algo reconocible. Mirar es una acción simple; ver es más complejo. Es que "ver" involucra una serie de procesos mentales, pues ver es entender. Una filosofía relacional diría que lo blanco en lo blanco no se puede ver, pues no hace diferencia, no hay una irrupción en el estimulo, por tanto no hay cambios y no puede registrarse ningún evento. Es la relación lo que distingue un algo de otro y es ésta distinción la que podemos ver, lo que significa una clasificación.

El dr. Humberto Maturana y el dr. Francisco Varela investigaron profundamente los intrincados caminos de la visión, intentando conectar el estudio neurosensitivo con los mecanismos cognitivos (como es que conocemos), precisamente porque creían que el ejercicio de ver va más allá del arco reflejo estimulo(vía aferente)-respuesta(centro integrador)-reacción (vía eferente). En sistemas nerviosos complejos como el de los seres humanos, las conexiones nerviosas se complican y enredan  como cables, generando una multiplicidad de posibles reacciones que a su vez estarán determinada por la estructura cerebral previa, vale decir, cada nueva experiencia y estimulo modifica la estructura neuronal, pero a su vez es modificada por las experiencias previas que determinaron la estructura actual al momento de recibir el estímulo. Otra forma de decirlo es que a cada estímulo sensitivo, la etapa de respuesta se complejiza para integrar más información y dar mayor amplitudes o posibilidades de respuesta, tal complejización involucra la incorporación de información o estímulos provenientes de la memoria, lo que es pie para los siguientes niveles de abstracción requeridos en lo que es una nueva toma de decisión. Pero este proceso de abstracción es lo que da origen a el mundo simbólico (realidad completamente abstracta) y que supone un dialogo entre los estímulos sensitivos y las creencias (sistemas abstractos previos). Como quién dijera el huevo y la gallina; el creer y el ver.

Para ver algo es necesario distinguirlo de otra cosa, este proceso se llama clasificación. El modo en que clasificamos las cosas no está dado de por sí, sino que es creado en el dialogo entre lo que miramos y lo que hemos visto, esto es una historia. Para los antropólogos (como yo) esto sería cultura, esto es una determinada forma de entender y clasificar el mundo. Un ejemplo clásico es el hecho de poner nombres a las cosas, por ejemplo los esquimales tienen 11 nombres para el blanco de la nieve, según su tipo, cosas que para un chileno simplemente son invisibles. Así mismo los Barasana en la Amazonía, no distinguen el verde del azul, pues según ellos los arboles y el cielo tienen el mismo origen, es decir, son de la misma categoría.

Ver y creer es un dialogo constante, es decir se relacionan dialécticamente, auto-generándose. Podemos decir que sólo vemos lo que conocemos, pero conocemos viendo. ¿Cómo ampliamos lo que conocemos o lo que vemos?. La observación es el método para integrar nuevos conocimientos, el puente entre mirar y ver.

Para observar hay que contemplar. Pienso que contemplar es sentir, hacerse sensible a los estímulos y dejarse estimular. Es un goce al sentir. Un placer de mirar. Una vez sensibilizados notamos las diferencias más sutiles, aceptamos y queremos, admiramos esas diferencias, comprendemos sus detalles y ahí abrimos el paso a la creatividad y clasificamos. Entendemos, abrimos la mente y abstraemos, le damos nombres a las nubes. Y ahí, en medio de la simbolización de experiencias, desarrollamos un complejo sentido, el sentido social, simbólico, el sentido cultural, el "tacto", el 6to o 7mo sentido.

Interpretamos símbolos, no sólo señales del transito u obras artísticas, también lo hacemos con los demás en nuestras relaciones diarias. Saber interpretar estos símbolos bien, sentirlos y ver en ellos es tener "tacto" y poder observarlo es también posible. Creo que será una buena parada, un buen próximo respiro.

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