domingo, 13 de abril de 2014

Puerta trasera a la crónica policial


Nervios. Sentía nervios en la parte trasera del furgón policial, ese sin ventanas directa al exterior. La única luz se filtra por un pequeño recuadro enrejado que separa la cabina del conductor de allí atrás. Normalmente la policía no monta en aquellos lados pero la llamada fue tan urgente, el salto adrenalínico tan intenso y la falta de puestos tan evidente que si quería participar del evento no le quedaba otra que amontonarse con su armadura allí atrás.

Era un policía novato, recién salido de la academia. Esta era la primera vez que iba a entrar al barrio, la "jungla" como la llamaban, sentía ansiedad. Sus padres vivían en el norte del país, un pueblo pequeño, ambos obreros, habían experimentado algunas malas épocas. Cesantía en medio de una crisis económica larga, culpa de banqueros seguramente. Ambos se habían conocido allí y habían tenido a sus hijos al final de una época dorada para el pequeño pueblo, se permitieron tres hijos. Él, el de en medio. No tenía muchos buenos recuerdos, pero sobre todo, no muchas posibilidades de trabajo para un hijo de obrero. Algunos amigos habían migrado a la ciudad, pero el paro allá estaba igual de mal y el ambiente mucho más hostil, se peleaban los trabajos con los migrantes y sus hijos, decían, quizás nunca fue así, pero volvían al pueblo derrotados a contemplar las esquinas que los vieron crecer.

Hay que terminar el abuso se decía, pero hay que comer, llegar a la ciudad con trabajo es mejor que llegar sin él y mientras hay criminales, hay policía. Y si falta trabajo, pues habrán criminales. Su nueva educación fue dura. Mensajes directos, siempre mensajes directos, en la confusión de la lucha contra el crimen el mensaje directo impone orden. Entró a las brigadas pensando que vería más acción. Pero el capitán Veblen, tenía una visión mucho más directa que heredar y más honesta. No estaban ahí para aprender orden, sino a sobrevivir. Su castigo por ser nuevo era ir al mundo de los salvajes, los bárbaros que rondan en el caos y la depredación moral a las puertas de la ciudad de cristal. Era heroico... no, desafortunado mejor dicho, tratar directo con las huestes de migrantes en los barrios periféricos, donde los niños juegan con los condones usados y se accidentan con las jeringas de los yonkis, alejarlos de lo ricos y medianos ciudadanos más prósperos, más locales, más humanos.

La carrera era simple, destacar lo más rápido posible y salir de allí, ser reasignado a funciones más importantes, y la brigada daba esa opción. Era la que por lejos más ingresaba a la "jungla" y daba más posibilidades de conseguir un ascenso rápido. El sistema no miraba rostros, sólo cifras. Suficientes detenidos te hacen ejemplar, ayudas a completar la estadística, la estadística convence a los electores, los políticos conservan sus cargos y ascienden a los policías. Así que las cifras se consiguen sin titubear, un porro es droga y droga es narcotráfico. Se interviene la situación, se aísla al sospechoso de su contexto, se reduce, se anota, se libera. Si, se libera. Llenó la estadística, pasó por el cuartel, pero no hay tiempo ni recursos para un juicio sin pruebas, no más que un porro. Tribunales no lo aceptaría.

Veblen lo decía pero todos siempre lo sospechaban. Tribunales laxos, garantistas, presunción de inocencia, derechos humanos, me aburre. Nunca castigaban. Había que hacer justicia por las propias manos. Si los tribunales sólo los aburren y los mandan para casa, era un deber de la policía disuadir con "cariño". Y eso pasó ese día. Unos colegas atrapaban a este narco frente a sus amigos, ¿sabes?, pero hoy los chicos lo defendieron. Los tres colegas, si, porque eran solo tres contra una banda de matones, los agredieron y no les quedó otra que pedir refuerzos. Y la brigada siempre está ahí, siempre es la primera. Se montó como pudo el traje, la armadura y se subió al primer vehiculo disponible. A detener lo que era el caos en el barrio del caos.



Era un fin de semana oscuro. Primeros días de otoño. El día estaba nublado pero había un aire calido rondando. Los niños jugaban en el parque vigilados de cerca por sus padres. Unos chicos, poco más que adolescentes, se reunían en una esquina. Todo tranquilo, un buen fin de semana para los trabajadores del barrio, los que tenían trabajo. Todos se conocían bastante bien. Algunos venían de África y otros de rincones menos privilegiados de América, otros eran locales pobres. Todos compartían ese pequeño parque, un sueño de otra época, pero que los vecinos cuidaban y trataban de mantener lejos de dealers y prostitutas, los que se recluían en las calles más oscuras del barrio. Y entonces el ruido de motores marchando a toda velocidad colmó el espacio sonoro.

Unos 20 policías vestidos con trajes anti-motín se bajaban de dispares vehículos policiales. Eran las brigadas. Las madres asustadas se reunieron con sus hijos para darle protección, pero era demasiado tarde. Las fuerzas policiales se habrían paso a empujones con sus escudos y apuntaban sus escopetas de balines de goma a quien se les cruzara. Marchaban en dirección a los adolescentes de la esquina. El caos se fue apoderando del lugar mientras más vehículos policiales escupían más efectivos uniformados. Mientras, los adolescentes se dispersaban rápidamente entre los edificios. Los oficiales tras ellos.

Los vecinos sintieron el golpe. Las brigadas, siempre vigilantes, acosando, aburridas, pasando horas sentados en sus vehículos dando vueltas, tomando detenidos a los muchachos enfrente de sus amigos, frente a su familia, humillándolos, sólo para devolverlos al rato. Era su rutina diaria. Acoso, acoso, hostigamiento. Eran propiedad de la policía. Y ahora, llegando en grupo, repartiendo palos como legiones romanas, incumbiéndose en sus domicilios, sus pequeños jardines, persiguiendo a los muchachos. La gente se bloquea. Había tomado demasiado tiempo en comunidad, conversando, conversando, conversando, para mantener a los dealers y delincuentes en el margen del barrio. Y ahora la policía los tratan como animales de coral a todos, los miran con desprecio, los insultan por su color de piel, les disparan a quemar ropa las balas de goma, rompen huesos. La gente reacciona.

Una madre encara a un policía para defender a su hijo pequeño, un golpe seco le quiebra un hueso en alguna parte de cráneo, pérdida de conciencia. Toma de conciencia. Como si ese momento hubiese conectado las mentes de todos los vecinos. Los policías, dispersos por el barrio, tuvieron poca capacidad para reaccionar.



Esa tarde había sido un merecido descanso. Una pequeña copa de vino para embriagar el fin de la tarde y ver el informativo por TV. La guapa periodista lucía uno lindos pendientes que combinaban con sus ojos grises. Invitaban a hacer un recorrido ojos, pendientes, cuello, escote. Un escote un poco más atrevido de lo que se veía en la calle, es otoño, pero en los estudios de TV está todo climatizado. Y claro, había escuchado que los focos emiten mucho calor. La periodista narraba el informe policial. "Tres policías habían sido agredidos por un grupo de jóvenes al tratar de detener un sospechoso por tráfico. A la llegada de refuerzos había sido muy mal recibida por el barrio, que se decía era algo peligroso, pero que mucho asistente de cliente asistía para comprar droga. El asunto había desencadenado en motín. Había varios policías heridos y unos 20 pobladores detenidos. El informe precisaba que bien sólo 8 podían ser formalizados y entregados a tribunales ya que la policía contaba con pruebas. El jefe de la policía se lamentaba que la justicia no le entregase más recursos para detener a los criminales y sus cómplices. Pasando a otras noticias, el ministro anuncia que no hay señales de recuperación económica, mientras la cesantía sigue en aumento, pero espera que en los próximos meses las cifras se reviertan". Un trago largo de vino.


El médico tomó el pie de su paciente. "Un esguince en el tobillo" dijo. Nada más y comenzó a tratarlo mientras le preguntaba a su paciente como se lo había hecho. El policía respondió que estaba en un operativo, tratando de tomar a un chico que vendía porros. Pero los muy cabrones de sus amigos se los pusieron complicado. No es que fueran muy grandes, pero decidieron echar para atrás. Al girar sobre sí mismo tratando de huir, se esguinzó. "Se puso mal"-dijo el policía -"llamamos refuerzos y vino toda la brigada, el resto sale en las noticias". "Y al traficante ¿lo capturaron?"- preguntó el médico. Libre. Era ciego, nadie iba a creer que un grupo de adolescentes liderados por un ciego traficaba y había intimidado a unos policías.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Dos modelos de (anti)empatía política.



Uno tiene la educación suficiente para darse cuenta de la injusticia, de que él está un poco mejor, pero que el resto esta realmente jodido, siente y ve que los de arriba tienen la culpa. Sus recursos son limitados, pero los tiene, le ayudan a entender que la injusticia no es lógica, que si lo es la solidaridad, él ve el global. Tiene el valor, se da cuenta de lo que hay en juego, se arriesga por los demás. Tiene la convicción, el espíritu que no lo lleva a desviarse, sabe lo que necesita. Oganización, lucha y cambio, un cambio total, necesita revolución.

Dos vive la injusticia en carne propia, la odia y le teme. No tiene las herramientas, se las ha fabricado. Tiene un talento, sabe tratar a la gente. Es rápido, aprende el juego, sobrevive. Sube. Sabe negociar, no espera nada de los demás, espera todo para sí. Nada es gratis para él, pero luchó, tiene lo que ha ganado, piensa que se puede, él pudo, aspira a seguir subiendo.

Uno busca aliados y busca una idea que de valor, algo superior, noble. Un plan. Se concentra, se organiza. Define enemigos, define objetivos, define estratégias. Estudia, aprende, hace contactos, busca una base. Convence a los que quiere salvar, los necesita, lo justifican todo, todo el esfuerzo, toda la lucha. Se convence, se disciplina.

Dos no lo cree a los expertos, le cree a su experiencia. Tener recursos es manejar a la gente. Hacer dinero no se aprende en una escuela, ni trata de economía. Así sube, manipulando gente, que es lo que quieren, que es lo te interesa. No es el precio del dólar, no del petróleo. Es el contacto, la casa en la playa, el traje, el prestigio, el favor o la amenaza. Es el soborno, el abogado, la negociación, es el poder. Es la exitación de la vida misma. Cuando te enseña la práctica, la teoría es absurda.

Para Uno la práctica no encaja con la teoría. Así que pretende hacer una nueva práctica, hacerlo todo de nuevo, purgar del mundo lo podrido. Sabe que los de arriba querrán salvaguardar su privilegio, sabe que se opondrán con todos sus recursos. Por eso las reformas no sirven, hay que ser radical. Actuar fuerte antes de que reaccionen, ellos y sus aliados, el stato quo.

Dos, no le gusta el sistema, pero le gustan menos los disconformes que sólo critican, los flojos que sólo piden. Disfruta de lo que se ha ganado, quiere conservarlo. Si él pudo, otros pueden. Aunque a veces le combiene más que no todos puedan. Entrar y cerrar la puerta detrás de sí. Él tiene los contactos, podría asegurar lo que tiene ¿Por qué dejar que otro se lo arrebate? Tiene mucha responsabilidad, su familia, su gente. Tiene que facilitarse la carga.

Uno odia la comodidad de arriba, de su flojera, de que vivan de los otros. Odia su ignoracia, que no vean o no quieran ver el daño que hacen. Él sabe, él entiende y comprende lo que tiene que hacerse. Pobres los de abajo que nisiquiera saben lo miserables que son. Él tiene las respuestas, sólo él puede hacerlo.

A Dos los de arriba lo felicitan, es su hombre, el ejemplo. Siente orgullo de lo que hizo, de que aquellos lo reconozcan. Le entusiasma su belleza, su estilo, sus ideas, sus apellidos. Tolera los cambios que mejoren las cosas, son oportunidades que hay que aprovechar. No se desanima, es positivo. Él asume los riesgos, sabe que hay que apostar para ganar, pero sabe que siempre es mejor cuando las probabilidades están a tu favor, cuando ya conoces el juego.

Uno entra en acción, todo es heroísmo de ahora en adelante. La moral sólo se sostiene bajo los ideales, porque la lucha es dura. Como predijo, los defensores del Stato quo lo amenazan, lo encasillan, lo llaman bárbaro e inculto. ¡Él! inculto él, si ha leído y visto el problema con sus propios ojos, que ve que el problema es apremiante. La justicia es una regla dura e intolerante, o estás conmigo o contra mi. Hay que ser austero, la ciencia de la igualdad lo demanda así, ellos jamás podrían, acostumbrados a sus gustos supérfluos.

Dos ve el alboroto con frustración. Todo lo construído, todo el esfuerzo amenazado por ignorantes que no saben cómo funciona el mundo. Admira su decisión, su firmeza, como el pueblo los aclama, su propia gente, esos que el despreció para convertirse en quién es. Por eso los considera peligrosos, populistas que confunden al pueblo, le hacen promesas que no pueden cumplir. ¿Cómo van a saber si jamás han sido la mitad de lo productivo que él es?.

Uno esta concentrado, su palabra, su convicción a movido a las masas. Todo parece confirmarse, el pueblo se levanta, pero no todos. Aún siguen engañados por la inercia del discurso del stato quo, se engañan a sí mismos, se frustran por el alboroto. Es que no comprenden, están ciegos, luchamos por ellos y ellos nos traicionan. Sí, NOS traicionan, Uno, ya no es uno, Uno es "todos". Da igual, la victoria está cerca.

Dos teme, ya no es rabia ni frustración, es miedo y el miedo lo lleva a tomar decisiones al límite. No es que nunca lo haya pensado, quizás, puede que tenga algo de experiencia en ello. Pero el miedo lo motiva a utilizar todos sus recursos y Dos es un hombre de recursos. De algún modo si tiene éxito todo volverá a la normalidad; si fracasa, puede que le de la razón a aquellos que quiere destruir. Pero esto no es sólo por él, por conservar sus bienes, ni el reconocimiento de esos que le rodeaban, no, es por todos, es por su familia, el futuro, el país, por todo lo más elevado. Para ganar, hay que arriesgarse.

Uno ríe, la victoria esta cerca, ha sido su obseción por mucho tiempo, la batalla ha sido tan dura, y lo más difícil ha sido la traición, sus primeros colaboradores, amigos, el éxito los tiene intoxicados. Ahora que ya llega el poder, no sabe si estarán todos a la altura moral. Este es un sacrificio, tomar el poder para destruirlo, evitar su seducción. Al final el monstruo mostró toda su fealdad y fue su gran hundimiento. El convencimiento final de que eran ellos los que encarnaban la justicia, pese a que en el camino dudó y aunque se arrepienta de algunas cosas, todo es por un fin superior, no es por él, es por todos.

Dos sufre su error, el más costoso hasta ahora. No estuvo solo, es un hombre de recursos, de conexiones. Ha salvado por poco y pretende seguir. Aún quedan aliados. Dos no se desanima demasiado. Él aprende de los errores.

Para Uno es definitivo, ha llegado el momento de felicidad, convertir en realidad la promesa que forjó con sangre. El cambio total, pero el cambio a qué. Se ganó su posición como lider, le toleraron su gobierno experimental. Cómo saberlo. Estudió mucho lo malo del sistema, como derrotarlo, pero muy poco lo que tocaba despúes. Sus campañeros ya dudan de su virtud y hay demasiados rumores a sus espaldas. No puede confiar, reconoce su error, pero ¿cómo confiar en alguién más? Sino tienen la altura moral, pueden aprovecharse del poder, volver todo a lo que era, o a algo peor.

Dos mira desde afuera, gasta día y noche en volver a tener lo que fue. Ocupa todas sus estrategias. Medios, contactos, favores, interéses, negocia, habla. Tiene claro sus fines, racionaliza sus metas. Tiene claro su objetivo, es flexible a lo que ocurra. Ya lo jugó todo y lo perdió. Siguirá, desde afuera, tratar de ser lo que es.

No quedan opciones. Uno lo sabe. No puede confiar el destino de la causa a nadie, es demasiado importante, él más que nadie lo sabe, desde el principio. La presión de afuera se hace evidente, se necesitan aliados y hay que negociar. No se puede dudar, cualquier cuestionamiento será traición. Para lograr el cambio hay que extirpar a todos los que quieran volver. Ya no hay tiempo de convencer, hay que forzar la convicción. Se necesita asesoría técnica en la ciencia de la justicia. Podemos ser un reloj contra la batalla que ahora hay que dar, pero a nivel internacional, contra los de arriba, los de arriba en el mundo.

Dos sabe que hay que presionar desde afuera, pero también hay que dividir desde adentro.

Uno no puede creer que algunos se levanten contra él, la unidad lo es todo. Uno hace lo que sabe hacer. Los calla por la fuerza. Sus técnicos se encagaran de lo demás. Solo le importa que la causa llege a la nueva generación

Dos estudia y se prepara, racionaliza y buscará también a esa nueva generación.

Con el tiempo se cansarán. Sus modelos se alzarán y caerán alimentados con las mentes y los corazones de nuevos representantes de la ley de hierro. Nuestra prisión, nuestro infierno. Esperemos no ser nunca ninguno de estos modelos.


La vida fuera de las palabras

Hasta el momento sólo he escrito palabras, pero hay una función de las palabras que no está escrita en ninguna parte. Una función que va más allá de las palabras que se no han dicho, se acumulan en la cabeza. Descentramiento del yo, política corporal, deconstrucción de la metafísica, aveces sólo sentir.

¿Y si pensar no se hace sólo con la cabeza?. Y si pensar no es otra cosa más que una acción entre otras.

Hay mucho que está fuera del alcance de las palabras y de toda lógica, razón o conocimiento. Sin embargo, las palabras también logran transportarnos a éste espacio de sin sentido apacible, ésta agua turbia que nos convoca  ¡Advertencia! Este texto contiene palabra peligrosas que se embarcaran en un viaje a los límites de la significación, la lógica y la coherencia, es un viaje a un mar desconocido, que va más allá de reglas relacionales, esenciales o legibles. No hay diversidad posible, no hay realidad, no hay palabras. Ejerzo mi derecho al delirio, el nombre que le ponen a las palabras que aún no tienen significado y que quizás nunca las tendrán.

Los invito a ahogarse, en un mar profundo, lejano para la mente, peligroso y pedregoso si se intenta entender....un consejo, olvídese de su identidad, sus valores, su bendita cobardía que aún lo mantiene vivo, calentito y alcoholizado. Agarre todo el pesado valor que pueda, pues el que se muere acá es el que sale a flote. Lo invito a ahogarse.

Sumergido en su sueño, no cierre los ojos, escúpalos. Diríjase a lo más profundo de su inconciente y luego olvide que tiene uno. Está en shock pensando como un perro es violado por su madre, que devora su miembro por la fuerza. Luego su ceño se frunce y escupe, ésto no le esta gustando. Es el trance, acá habrá algo, pero se detiene, no consigue nada importante. Sólo se abre un portal directo a su columna vertebral. recorre su cuerpo en disposición múltiple. El camino es oscuro, le tomo la mano para que pueda ingresar al fondo.

En el fondo de todo, descubrirá oscuridad profunda y un olor a un miedo primitivo que se instala en su cuerpo, lo posee, sabe que es el aroma de lo desconocido, que se esconde en ésta oscuridad verdosa, en éste olor a cloaca. Sabe que está un lugar de paso, el relato continuará a un nudo aún más confuso que la simple oscuridad. Esa oscuridad que amplifica los sentidos y lo antes inaudible se transforma en eventos reveladores de lo que ocurre a nuestro al rededor. Ligeramente nuestra imaginación empieza a llenar de posibilidades de certeza que nos niega la oscuridad. ¿Es miedo a la oscuridad o a lo que podría estar escondido en ella?

Sentimos intensamente, el viento de la cloaca nos abruma, nuestros sentidos se excitan, dan ganas de correr, de hacer algo, ansiedad de romper la tensión. ¿Huímos de algo o de nosotros mismos? Buscamos una solución a un problema que no hay....o quizás no hay. Dudamos, la duda se extiende como un cáncer, crece y engorda, se vuelve fuerte y sano. Un cáncer poderoso que toma control, con decisión, valor y certeza. Eso es la duda, la certeza que nos llena y nos da respuestas en forma de preguntas ¿Qué debo hacer?¿Seré un cobarde?. Debo hacer algo, soy cobarde. Preguntamos lo que sabemos. Entonces no tenemos curiosidad por ir más allá, nos mueven nuestras certezas. Corremos en la oscuridad por certeza. No somos mejores personas por tener certezas. Correr de la oscuridad es tener la certeza que se necesitan certezas.

Luego, por correr caemos en el agua, un agua clara, bella, transparente, tóxica y corrosiva. Nadie podría nacer allí, ni querer volver. La luz calcina nuestros ojos. Es el fluido del aire puro atravesando nuestros pulmones. Fuego y aire tienen mucho en común. Ardemos en el interior y agonizamos por otro respiro. Gozamos la cegera de la luz.