miércoles, 12 de febrero de 2014

La vida fuera de las palabras

Hasta el momento sólo he escrito palabras, pero hay una función de las palabras que no está escrita en ninguna parte. Una función que va más allá de las palabras que se no han dicho, se acumulan en la cabeza. Descentramiento del yo, política corporal, deconstrucción de la metafísica, aveces sólo sentir.

¿Y si pensar no se hace sólo con la cabeza?. Y si pensar no es otra cosa más que una acción entre otras.

Hay mucho que está fuera del alcance de las palabras y de toda lógica, razón o conocimiento. Sin embargo, las palabras también logran transportarnos a éste espacio de sin sentido apacible, ésta agua turbia que nos convoca  ¡Advertencia! Este texto contiene palabra peligrosas que se embarcaran en un viaje a los límites de la significación, la lógica y la coherencia, es un viaje a un mar desconocido, que va más allá de reglas relacionales, esenciales o legibles. No hay diversidad posible, no hay realidad, no hay palabras. Ejerzo mi derecho al delirio, el nombre que le ponen a las palabras que aún no tienen significado y que quizás nunca las tendrán.

Los invito a ahogarse, en un mar profundo, lejano para la mente, peligroso y pedregoso si se intenta entender....un consejo, olvídese de su identidad, sus valores, su bendita cobardía que aún lo mantiene vivo, calentito y alcoholizado. Agarre todo el pesado valor que pueda, pues el que se muere acá es el que sale a flote. Lo invito a ahogarse.

Sumergido en su sueño, no cierre los ojos, escúpalos. Diríjase a lo más profundo de su inconciente y luego olvide que tiene uno. Está en shock pensando como un perro es violado por su madre, que devora su miembro por la fuerza. Luego su ceño se frunce y escupe, ésto no le esta gustando. Es el trance, acá habrá algo, pero se detiene, no consigue nada importante. Sólo se abre un portal directo a su columna vertebral. recorre su cuerpo en disposición múltiple. El camino es oscuro, le tomo la mano para que pueda ingresar al fondo.

En el fondo de todo, descubrirá oscuridad profunda y un olor a un miedo primitivo que se instala en su cuerpo, lo posee, sabe que es el aroma de lo desconocido, que se esconde en ésta oscuridad verdosa, en éste olor a cloaca. Sabe que está un lugar de paso, el relato continuará a un nudo aún más confuso que la simple oscuridad. Esa oscuridad que amplifica los sentidos y lo antes inaudible se transforma en eventos reveladores de lo que ocurre a nuestro al rededor. Ligeramente nuestra imaginación empieza a llenar de posibilidades de certeza que nos niega la oscuridad. ¿Es miedo a la oscuridad o a lo que podría estar escondido en ella?

Sentimos intensamente, el viento de la cloaca nos abruma, nuestros sentidos se excitan, dan ganas de correr, de hacer algo, ansiedad de romper la tensión. ¿Huímos de algo o de nosotros mismos? Buscamos una solución a un problema que no hay....o quizás no hay. Dudamos, la duda se extiende como un cáncer, crece y engorda, se vuelve fuerte y sano. Un cáncer poderoso que toma control, con decisión, valor y certeza. Eso es la duda, la certeza que nos llena y nos da respuestas en forma de preguntas ¿Qué debo hacer?¿Seré un cobarde?. Debo hacer algo, soy cobarde. Preguntamos lo que sabemos. Entonces no tenemos curiosidad por ir más allá, nos mueven nuestras certezas. Corremos en la oscuridad por certeza. No somos mejores personas por tener certezas. Correr de la oscuridad es tener la certeza que se necesitan certezas.

Luego, por correr caemos en el agua, un agua clara, bella, transparente, tóxica y corrosiva. Nadie podría nacer allí, ni querer volver. La luz calcina nuestros ojos. Es el fluido del aire puro atravesando nuestros pulmones. Fuego y aire tienen mucho en común. Ardemos en el interior y agonizamos por otro respiro. Gozamos la cegera de la luz.

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